
Cuando gritaron el vecino los escuchó, se acercó lentamente al gato y como pudo lo alejó de la puerta. Quedó tan cansado el pobre ratón que los envidiosos salieron a agradecerle y lo invitaron a comer.

Todos felices disfrutaron de un estupendo platillo de queso, mientras que el gato se fue muy enojado.
Luciérnaga 5°